
La doble moral de un capitalismo conspirador y un comunismo que desafía la propaganda occidental


En un mundo donde la información parece moldearse al antojo de las grandes potencias, las narrativas de invasión y resistencia están cargadas de dobles estándares. Occidente, con sus alianzas estratégicas y su maquinaria mediática, define qué guerras son justificables y cuáles deben condenarse, mientras acusa a sus rivales de ser los únicos agresores.
Rusia: invasor o defensor de intereses geopolíticos?
La invasión de Rusia a Ucrania en 2022 fue rápidamente catalogada como una agresión sin precedentes, enfrentando sanciones y un aislamiento internacional promovido por Estados Unidos y Europa.
Sin embargo, en el mismo escenario global, la OTAN—organización dominada por los intereses de Occidente—ha justificado intervenciones militares bajo la bandera de “democracia” y “seguridad”.
El caso de Siria es un claro ejemplo de esta doble moral. Grupos armados que en su momento fueron catalogados como terroristas por Occidente, como ciertos segmentos del Estado Islámico, se convirtieron en aliados temporales en la desestabilización de regiones estratégicas. Mientras tanto, Rusia, que intervino militarmente para apoyar al régimen de Bashar al-Ásad, se mantuvo firme en su advertencia de proteger sus bases militares en la región.
La guerra en Siria es un espejo de cómo las potencias utilizan la narrativa para justificar sus intereses. Occidente apoyó a los rebeldes sirios como parte de su plan para derrocar al régimen de Ásad, mientras ignoraba las consecuencias devastadoras para la población civil. Por otro lado, Rusia no solo defendió sus intereses estratégicos, como sus bases en Tartus y Hmeymim, sino que advirtió que cualquier ataque a estas instalaciones tendría represalias contundentes.
Mientras tanto, las intervenciones occidentales en Medio Oriente, como en Irak y Afganistán, fueron presentadas como “misiones de paz” y “luchas contra el terrorismo”. Sin embargo, las devastaciones humanas y económicas que dejaron a su paso fueron minimizadas por la narrativa dominante.
La propaganda como arma:
La guerra no solo se libra en los campos de batalla, sino también en las mentes de las audiencias. Occidente ha demostrado su habilidad para controlar la narrativa global a través de medios de comunicación masivos, presentando sus acciones como necesarias y las de sus adversarios como ilegítimas.
Esta maquinaria propagandística enfrenta una resistencia activa por parte de potencias como Rusia y China, que intentan desmontar el discurso dominante y ofrecer una visión alternativa.
La realidad es que el capitalismo, en su afán por controlar recursos y mercados, no duda en conspirar y justificar sus acciones bajo el disfraz de la democracia. Por otro lado, el comunismo, aunque con sus propias contradicciones, se presenta como un contrapeso en un mundo multipolar que busca cuestionar las imposiciones de Occidente.
En este tablero geopolítico, las narrativas de invasión y resistencia seguirán moldeándose según los intereses de las grandes potencias, mientras las poblaciones afectadas se convierten en víctimas de una guerra que no eligieron.
La clave a todo esto es informarse y empaparse de historia para entender el contexto de lo que sucede en la actualidad.
CM Noticia Digital